sábado, 20 de agosto de 2016

Una exposición algandiana II (An algandian exibition II)

Un paseo por el sector oriental de El Puerto de Santa María tiene mucho que visitar: el parque de la Victoria, antiguas huertas que abastecían a la población, otrora el parque más bonito de la ciudad y hoy parque languideciente donde los vandaluces destrozan sin pudor lo que tanto costó embellecer.







Una imagen antigua del Parque de la Victoria, con 4 estatuas de terracota que representan las 4 estaciones del año.

También muy cerca encontramos el Monasterio de la Victoria, un bellísimo edificio que se comenzó a construir en el siglo XVII y que ha sido monasterio, hospital de heridos de la funesta guerra de Cuba, caballeriza de las indeseables tropas francesas o insalubre prisión de represaliados por el franquismo de la que escapó Eleuterio Sánchez El Lute.










Claustro del Monasterio


A estos y otros lugares cercanos dignos de visitar (jardines del hotel Duques de Medinaceli, bodegas Terry) se une ahora el recientemente restaurado Molino de Marea junto al río del Olvido, que alberga un restaurante con 2 estrellas Michelín dedicado a cocina  marinera, donde los algandianos están presentes en muchos platos (A Poniente).








El molino de marea, con arcos colmatados de sedimento, sede del restaurante bien conocido por los amantes de los productos de Algandia.


El molino, donde trajinan sin cesar decenas de cocineros para elaborar los más exquisitos platos marineros, hospeda una exposición del conocido fotógrafo y publicista madrileño Manuel Valmorisco titulada Bahía Salada, en la que el autor fotografía con gran esquisitez laminariales y otros macrófitos marinos de arribazón en playas chilenas.

Cartel explicativo de la muestra de fotografías algandianas

Un ejemplo es esta muestra de un algandiano yaciendo exangüe sobre las ondulaciones de la bajamar, imagen que deja a las claras la sensibilidad del artista.














Uno de los cuadros de la exposición

Yo me quedé con otra imagen, la de una joven contemplando la exposición, quien me contó la grata sensación que le dejaron las imágenes. Recomiendo pues la visita a esta exposición algandiana, y si vuestro bolsillo lo permite, una velada en el restaurante y una mirada desde la terraza a la salina de San José, recientemente restaurada para el disfrute de los ciudadanos.









La chica contemplando con detenimiento la exposición. Al fondo, el comedor del restaurante.

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